Con este artículo de hoy, comienzo un ciclo dedicado a las corrientes artísticas que más me han influido y más me han seducido. En cada uno de ellos, hablaré sobre su historia, sus características, sus autores y piezas más importantes…, así como de las razones por las que son importantes en mi carrera como artista. Hay una regla no escrita en el arte que dice que no puedes romper las reglas si primero no las has interiorizado, y me parece muy acertada. No podemos como artistas crear algo sólido si no conocemos primero aquellos que nos precedieron, pues el arte, como todo en la vida, se lleva construyendo desde que nuestra especie reside en esta tierra. Este es un homenaje a todos los que han contribuido a nuestra creatividad presente.
En los albores del siglo xx, en Francia, surgió el primer movimiento del arte moderno: el fauvismo (también conocido como “fovismo” y que proviene del francés fauvisme, “fiera”). Inspirado en las obras de artistas como Van Gogh, Seurat o Gauguin, el fauvismo interpretaba la realidad a golpe de un intenso uso del color puro y violento, en el que el espacio, la forma y la luz fueron coprotagonistas. Todos estos elementos sentaron las bases para movimientos posteriores de grandísimo calado, como el expresionismo y el cubismo. Todo ello con la clara intención de poner sobre la palestra las emociones del artista, que expresa con extensas pinceladas cargadas de abstracción y profundidad.
Otra característica clave del fauvismo la encontramos en la intención del artista de expresarse individualmente, es decir, el creador necesita un yo con el suficiente peso como para desmarcarse de sus iguales, un elemento esencial también de las corrientes abstractas que se verán pocos años después. Asimismo, la naturaleza, la intuición y la experiencia directa son otros conceptos preponderantes en la expresión del fauvismo.
Figuras fauvistas y su influencia en mi obra
En 1906, en el Salón de Otoño, celebrado en París, se exhibieron una serie de obras que querían expresar el rechazo al movimiento precedente —el impresionismo—, y con las que se daba el pistoletazo de salida al nuevo rey: el fauvismo. Matisse (Lujo, calma y voluptuosidad), Cézanne (Una moderna Olimpia), Derain (Paisaje en Chatou), Braque (Desnudo sentado) y Vlaminck (El río Sena en Chatou) fueron los mayores representantes de este movimiento.
Sin embargo, el pintor que me más me ha removido tanto como artista como personalmente es sin duda Kees van Dongen. He establecido con su obra una fuerte conexión a través del uso del color que practica en sus cuadros, así como con su simpleza en la expresión de su arte, todo lo cual despierta en mí sentimientos de gran calado. Es por ello que en ocasiones me he sentido impelida a reinterpretar algunas de sus obras en la customización de chaquetas tejanas, pues es una vía con la que profundizo en el quehacer del artista y que me permite profundizar en él.
María Teresa Ocaña, comisaria de una muestra fauvista que se celebró en 2016 en nuestro país, definió a los fauvistas como “el grupo que promulgó la individualidad y defendió la idea de que la pintura puede ser un medio de expresión por sí misma”, y no le faltaba razón. Se trata de una de las características que más me remueven de este estilo e intento que mi obra se nutra de ello.
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