Skip to main content

Durante siglos, desde la óptica occidental, la mujer ha sido relegada en el mundo del arte a un papel de mera espectadora. Y aquellas mujeres que se atrevieron a pisar ese terreno masculino se invisibilizaron bajo las toneladas de escritos de los historiadores del arte, que las olvidaron sin ningún tipo de complejo. Sin embargo, esto comenzó a cambiar a comienzos del siglo xx, con la aparición de las vanguardias. No obstante, no es hasta la década de 1960 que la mujer, por fin, encuentra su sitio en el arte.

Sometida en una sociedad patriarcal represora, desde la década de 1960 y más intensamente en la de 1970, la mujer vio en el arte una forma de lucha reivindicativa con la que hacer llegar su mensaje a un público mayor. Y muchas de ellas encontraron en sus cuerpos el soporte ideal para la protesta artística.
En estos decenios se produjo un cambio sustancial en las formas artísticas, modos de arte que se enfrentan al sistema: el sexo, la política, la naturaleza y la experimentación son temas recurrentes en los que se sustentan muchas mujeres para dar rienda suelta a su creatividad, y en este caldo de cultivo el cuerpo de la mujer se erige como protagonista. Y las maneras de hacerlo son variadas.
En un periodo de feminismo y subversión, el cuerpo de la mujer se expone violentado, muchas veces en un entorno en el que se funde con la naturaleza, como la obra de la neoyorkina Ana Mendieta, en la década de 1970. El cuerpo se pinta, se emplea como protagonista de performances, se fotografía, se “rasga”, se veja y se convierte en un auténtico objeto propagandista del feminismo. Con ello las mujeres consiguen dar visibilidad a su mensaje, que comienza a hacerse un hueco en las mejores galerías de arte de Estados Unidos e Inglaterra, sobre todo. No obstante, no todo es protesta grave e incidente. También se producía a través del humor, como refleja la obra de Lynda Benglis en la que se puede ver a una mujer en actitud desafiante y provocadora sosteniendo un dildo enorme entre las piernas.
Ya en los años ochenta, nos encontramos con uno de los grupos artísticos más relevantes de la historia del arte feminista: las Guerrilla Girls. Son ellas las que denuncian abiertamente a un mundo del arte machista, patriarcal y exclusivista. A través de performances en las que el cuerpo de la mujer es un elemento esencial, manifiestos y exposiciones hacen llegar su voz a todos los rincones del mundo. Algo comenzaba a moverse…
Por último, destacaremos otra vía de protesta: el rescate de lo femenino olvidado. Se trata de una propuesta enmarcada en cuestiones femeninas y feministas como la protesta a través del bordado, el tema del tabú y la mujer o la maternidad vista desde una óptica feminista. Otras formas, menos guerrilleras pero igual de desafiantes para poner el cuerpo de la mujer