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ARCOmadrid es el mayor evento artístico del Estado español, y las cifras lo avalan: este año 2019 ha aglutinado a 203 galerías procedentes de 30 países, un total de 35.887 profesionales (un 8 por ciento más que en la anterior edición) y más de 100.000 visitantes (con un incremento del 3 por ciento respecto al año pasado) son los números de confirman a este macroevento como la punta de lanza del arte contemporáneo en España. Sin embargo, son muchas las voces disidentes que tildan de “feria comercial pura y dura” a ARCO. Decía Descartes que dudar nos llevaría a la verdad. Veamos a continuación qué es ARCO, tanto desde el punto de vista oficial, como del de aquellos que no la ven con tan buenos ojos o, mejor, de aquellos que la ven con otros ojos, muy probablemente equivocados.

Lo que nos cuentan los que manejan el cotarro

La “singularidad y la calidad del artista” ha sido el eje en el que se ha centrado la edición este año, la número 38. Con ello se quiere promocionar tanto nuevos talentos, y de diversas generaciones, como contenidos novedosos, de interés tanto para coleccionistas como para profesionales del sector. Además, se ha pretendido dar voz a artistas internacionales, que han copado el 70 por ciento de las obras presentadas, y más concretamente de América Latina, con un 29 por ciento de participación. De esta forma, se ha pretendido hacer de ARCO un puente entre Europa y Latinoamérica. Precisamente este año se ha tenido como país invitado a Perú, cuya proyección artística ha estado presente en diversos museos y galerías de la capital española.

Uno de los objetivos de la feria ha sido desde siempre —y en esta edición no podía ser de otra manera— dar voz a los “profesionales del arte contemporáneo”, tanto a artistas como a coleccionistas y curadores, con lo que ARCO se ha consolidado como una sólida base para el encuentro, el intercambio y la búsqueda. Así, se han celebrado debates, mesas redondas y conferencias en las que se ha alimentado una extensa red de conocimiento sobre arte contemporáneo en la que tienen cabida todos los agentes vinculados a esta parcela de la cultura.

Pero quizá el principal objetivo de esta edición haya sido impulsar el coleccionismo, renovándolo a través de propuestas innovadoras y al alcance del público general. Para ello se han puesto en marcha diversas propuestas. En primer lugar, con el hashtag #mecomprounaobra, se ha pretendido con éxito llevar al mundo digital la posibilidad de modernizar el coleccionismo: se ha dado la oportunidad de comprar a través de internet obras de menos de 2019 euros (el presente año). Con el mismo fin, se ha puesto en marcha un servicio de asesoramiento sobre la compra de obras (totalmente gratuito) y programas que invitan a coleccionistas jóvenes de diversos países, así como la posibilidad de visitar ARCOmadrid de manera virtual. Como colofón, la Fundación ARCO ha desarrollado una serie de acciones con el fin de ofrecer orientación a aquellas personas que se han embarcado recientemente en el mundo del coleccionismo de arte contemporáneo.

Lo que nos cuentan los “disidentes”

A pesar de ser una feria exclusivamente enfocada a la compraventa de arte contemporáneo y dirigida a profesionales del sector, resulta cuando menos llamativo que ARCO genere tanta expectación y alboroto entre el público general y más especialmente entre los que se mueven en el sector de la cultura (la llana). Y es que, lejos de suponer para esta amplia mayoría que son los ciudadanos de a pie una feria artística que adora al capitalismo más puro y duro, hace años que se percibe como un evento cultural más, en el que tienen cabida cada vez más propuestas satélite, tanto en cuanto al arte como en cuanto a otras manifestaciones culturales, como pueden ser la gastronomía o la moda. Y es que los más puristas de ARCO no suelen ver con buenos ojos esta “intromisión” del hombre (o mujer) de a pie en el mundo supraelitista de una feria como la que nos ocupa.

Pero es perfectamente entendible que esto sea así. ARCO despegó en 1982, un año muy tempranero para el arte contemporáneo en nuestro país. De hecho, es la primera feria de este tipo que se pone en marcha en España, y no solo feria, sino que podríamos decir que es el primer evento en este sentido. Así pues, es normal que en el inconsciente colectivo se vea como un hito, más entre los jóvenes. Es posible que esta visión edulcorada de la feria lleve a muchos a criticar ARCO sin una base sólida que apoye esta opinión, porque, aunque nos duela, ARCO es eso: una feria, con todo lo que ello implica, sobre todo compras y ventas, sin medianeras. Es decir —y para que quede claro por si todavía hay algún despistado—, ARCO no es un museo.

No obstante, la culpa no es solo de los amantes rasos del arte, sino también de toda la parafernalia publicitaria y de consumo que irradia la feria, más parecida a la de una bienal que a una feria de compraventa. Así las cosas, son legión los que esperan con ansia viva la llegada de ARCO y aún más los que esperan de ella algo que (mala suerte) no les puede ofrecer. Porque está muy claro: a los organizadores del evento lo que realmente les interesa es recibir la visita de los profesionales única y exclusivamente. Sin embargo, son muchos los que opinan que no se debería dejar sin espacio al amante del arte, aquel que por amor desea ser parte de un evento de tamaña importancia, originalidad y repercusión.