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Lejos de lo que suele pensar la mayoría de las personas, pintar, dibujar, crear objetos artísticos de diversa índole, en definitiva, el arte, no es (solo) un juego de niños, ni (tan solo) aquello que hacíamos de pequeños en las clases de plástica. Muy al contrario, el arte es parte intrínseca del ser humano, y como tal resulta una de las herramientas que más poder tiene para desarrollarnos espiritual y mentalmente, y quizá una de las más importantes para nuestro bienestar. Nunca es tarde para el arte.
Son muchos los beneficios que nos brinda ponernos manos a la obra en una pintura, un mural, una escultura o una sencilla pieza de barro hechos por nosotros mismos. Y muy probablemente lo que nos venga a la mente cuando pensemos en ello sea el placer que nos produce esta actividad. No obstante, existen otros muchos beneficios que subyacen en este placer, que, como en otras facetas de la vida, engloba muchos otros sentimientos y emociones. En este artículo nos centraremos en los beneficios de la pintura, pero estos pueden extrapolarse a cualquier otra actividad artística.
Y una de las más importantes es aquella que une el arte con la salud mental. La fórmula es sencilla: pintar provoca que nos evadamos de los problemas cotidianos y del estrés que nos producen estos. Y no solo eso, sino que mediante el acto de pintar podemos transformar esos malos sentimientos en una producción positiva, como lo es una pieza de pintura. Podríamos decir que se trata de algo así como una catarsis.
Por otro lado, el arte tiene el poder de la comunicación: a través de una pintura podemos expresarnos en un lenguaje distinto al que estamos habituados, mucho más sutil, mucho más expuesto a interpretaciones personales, por lo que, como decía Borges sobre los libros, una obra de arte tiene tantas interpretaciones como personas que la observan. Y es especialmente beneficioso para aquellos que tienen limitadas las facultades de comunicación, como por ejemplo las personas tímidas.
Otro evidente beneficio de la pintura es sin duda la exaltación del amor propio, pero entendido como un fenómeno positivo. El arte provoca en nosotros una sensación de empoderamiento, de autoestima y de consecución de logros, lo que resulta de gran importancia en una sociedad en la que cada vez nos volvemos, como individuos, más invisibles. Esto es especialmente valioso para aquellas personas que han pasado por una experiencia traumática en la que hayan visto menoscabada su estima propia.
Otras gracias de la pintura son, entre muchos otros: el desarrollo de la motricidad, un beneficio físico que radica en la conexión que se establece entre nuestro cerebro y los movimientos de las manos al pintar; la potenciación de la inteligencia emocional, ya que, al dejar fluir nuestras emociones durante el acto artístico, nos ayuda a entendernos mejor a nosotros mismos y al mundo que nos rodea; el desarrollo de la concentración, puesto que la actividad artística nos regala momentos de sosiego, paz y conexión con nosotros mismos, esenciales para un sano equilibrio emocional; y, sin lugar a dudas, diversión, porque el arte en definitiva debe ser eso: un lugar en que el disfrute se apodere de nuestras almas.