Como bien conocen los interioristas, el interior de un habitáculo, ya sea un negocio o un hogar, es muy relevante en cuanto a cómo se siente en ese entorno un cliente o un integrante de una familia. Así, los colores, las formas y las texturas, entre otras características de los elementos decorativos, son de vital relevancia. Pues bien, de un tiempo a esta parte, el grafiti tiene un papel muy destacado en los proyectos de interiorismo, pues aúna una serie de singularidades que hacen de él un elemento cada vez más recurrente en los proyectos de decoración.
Todos conocemos la polémica que existe en torno al grafiti callejero: en muchas ocasiones, este tipo de intervenciones artísticas en espacios público de las urbes de medio mundo roza la ilegalidad, o directamente es ilegal. Así, estos artistas, en su mayoría de gran talento y en ocasiones muy conocidos, han debido buscar alternativas para mostrar su trabajo, como obras no efímeras (es decir, cuyo soporte no forme parte del espacio público y que por ende pueda ser mercantilizado) o aquellas que llevan a cabo en espacios privados, como persianas, habitaciones de viviendas o interiores de locales, por nombrar solo algunos.
De esta forma, el street art está cada vez más presente en los interiores y son legión los artistas grafiteros que se han subido al carro de esta tendencia, así como los interioristas que han encontrado en esta forma de arte una alternativa a otros elementos decorativos, como cuadros por ejemplo. Y es que este tipo de decoración tiene muchas ventajas.
En primer lugar, el color. Los grafitis se caracterizan por emplear colores energizantes y vitales, lo que los posiciona como un elemento decorativo muy adecuado para ciertos ambientes, por ejemplo, un restaurante. En segundo lugar, tienen la ventaja de que las temáticas son a la carta, es decir, el cliente puede especificar con todo lujo de detalles lo que pretende para su mural interior, lo que convierte al grafiti en algo muy personal.
Las formas de las obras grafiteras, por lo general redondeadas y asimétricas, encajan de manera muy específica con la superficie en la que se pintan, pues se pueden adecuar a esta de modo casi milimétrico. Por último, hay que destacar el estilo, por lo general desenfadado, divertido y original de las obras de street art, aunque los hay para todos los gustos.
Además de todas estas características, hay que pensar que la obra puede ser del tamaño que uno precise, e incluso incorporar este arte en forma de cuadro, es decir, no necesariamente hay que llenar hasta el último centímetro cuadrado de una pared a la hora de decidirse por este tipo de decoración. De la misma forma, suele ser un estilo decorativo que encaja a la perfección con otros elementos dentro de un ambiente, por lo que la versatilidad es otro de sus fuertes. ¿Te atreves con el grafiti?
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