Nos atrevemos a decir que las palabras arte y provocación son sinónimos. Y lo hacemos basándonos en la historia artística de la humanidad. Porque, pensemos, ¿qué han hecho la interminable lista de humanos artistas (desde aquellos primeros Homo sapiens primitivos) sino provocar, transgredir, quebrantar y desobedecer? El arte se nutre de la provocación, es la provocación en sí misma.
Y la humanidad, provocadora por antonomasia —¿de qué sino el avance de las civilizaciones?—, se ha servido del arte para expresar el amplio abanico de emociones que nos caracterizan como especie, que no son pocas, y en este contexto lo revolucionario tiene un gran protagonismo.
No obstante, no siempre lo que era provocativo en un determinado momento lo ha seguido siendo con el paso del tiempo. Es decir, es posible que una obra como la que se presentó en ARCO esta edición pasada —un ninot del rey Felipe VI, cuyo fin último, como todos los ninots, era ser arrasado por las llamas— hoy en día resulte altamente provocativa. Sin embargo, dentro de, pongamos por caso, dos siglos es muy probable que no lo sea en absoluto.
Además, como todo, la provocación en el arte también es subjetiva: dependerá, como hemos dicho, de la época en la que se realice la obra, pero también del tipo de sociedad, de su cultura, costumbres, etc., y, más allá, asimismo tendrá que ver con la persona en sí que contemple la obra, de su bagaje vital en definitiva.
Que ha habido provocación a lo largo de la historia del arte es de Perogrullo, pues sin ella nos habríamos quedado estancados vaya usted a saber en qué corriente artística. Ya en el siglo xix, encontramos las primeras manifestaciones artísticas que empiezan a provocar a lo grande, recuerden sino la Olimpia de Manet, por poner un ejemplo manido. No obstante, es en los albores del siglo xx cuando se produce una provocación y una ruptura total con el mainstream.
Hablamos de las vanguardias, aquellas en las que la provocación lo era todo, o casi todo. Veamos un ejemplo. La fuente, de Duchamp, de 1917, es un claro exponente de lo que decimos. Se trata de una obra encasillada en la corriente artística del vanguardismo, llevada a cabo con la técnica del reaymade, o “arte realizado mediante el uso de objetos ya existentes que normalmente no se consideran artísticos”. Obra revolucionaria y provocativa donde las haya, con ella el pintor cubista (también ajedrecista) francés pretendía hacer patente el hecho de que cualquier cosa podía llamarse arte tan solo con una condición: que el artista lo quitase de su contexto habitual y lo colocase en el Olimpo del arte. No obstante, los coetáneos de Duchamp se escandalizaron sobremanera y la obra fue retirada. Por el contrario, hoy en día nadie se atrevería a decir que La fuente de Duchamp es una obra provocativa.
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