El mercado del arte parece no tener fin. Según los últimos datos recopilados al respecto las cifras de venta anuales van desde los 60.000 hasta los 70.000 millones de dólares, cifras récord que indican que nunca antes este sector había sido tan abordable a tantos niveles como en la actualidad. Y este mercado tiene unos centros concretos de interés: museos, galerías, asesorías, ferias y compra-venta en línea. Con todo, sigue habiendo cierta reticencia a la participación en subastas de arte, incluso por parte de los más veteranos del sector. Sin embargo, hay que pensar que cerca del veinte por ciento de las ventas de obras de arte se realizan mediante la subasta, un método que tiene sus raíces en la Antigua Roma.
Bajo el resguardo que daban los pórticos del Saepta Julia en el Foro, así como en la Via Sacra se celebraban en Roma toda clase de subastas, el medio de comercio de obras de arte más conocido. Y cuenta de ello da el hecho de que la palabra subasta procede del latín sub hasta, es decir, “bajo la lanza”, “porque la venta del botín cogido en la guerra se anunciaba con una lanza”, como reza el DRAE.
El caso es que desde entonces hasta ahora la subasta ha sido uno de los medios más recurridos para poder adquirir arte. A día de hoy, una subasta se celebra debido a que se quieren poner a la venta una serie de obras por lo general de un artista reconocido. Esto se suele anunciar a bombo y platillo en todos los medios de comunicación, pues suele ser una noticia de gran calado. No obstante, hay que pensar que se realizan subastas de arte a diario de obras de artistas menos afamados, piezas históricas u otros objetos (libros, arte decorativo, joyas, mobiliario y un largo etcétera) y que constituyen el grueso de la actividad de una casa de subastas.
Con todo, como decíamos en la introducción de este artículo, existen prejuicios con respecto a las subastas de arte y uno de los más comunes es que se trata de un ambiente elitista al que resulta casi imposible acceder para el común de los mortales. Y nada más lejos de la realidad. En primer lugar, asistir a una subasta es gratuito, no se precisa invitación alguna y, por supuesto, nadie que se acerque a una subasta está obligado a comprar absolutamente nada.
Así las cosas, hay que comenzar a pensar que las subastas pueden ser una buena ocasión para contemplar obras de arte que de otra manera no se podría, por lo general, porque estas obras suelen estar en manos privadas y no en establecimientos públicos a los que poder acceder.
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