La obra de Jenny Saville, sus desnudos entre lo abstracto y lo figurativo, entre lo grotesco y lo imperfectamente real, no dejan indiferente a nadie. Todo el que ha visto una obra pintada por esta autora ha tenido algún comentario que hacer al respecto.
Y, tanto si te encanta la obra de Jenny Saville, como si te parece demasiado vulgar, no cabe duda de que la técnica de la autora la ha convertido en una de las pintoras más influyentes de nuestro siglo.
En este artículo, me gustaría profundizar en los desnudos de Jenny Saville y analizar algunas de sus técnicas y formas de trabajar, para que la conozcas mejor.
Desnudos entre lo abstracto y lo figurativo
Los desnudos de Jenny Saville son ampliamente conocidos debido a la mezcla que la autora hace entre la obra abstracta y la figurativa.
Porque, si bien sabemos distinguir entre la abstracción de “Amarillo, rojo y azul” de Kandinsky y la figuración de “El desayuno sobre la hierba” de Manet; ¿dónde encuadraríamos, por ejemplo, “Fate” o “Interwine Study” de Saville?
Mezclando lo abstracto con lo figurativo, y sin utilizar bosquejos, sin un plan y, más importante aún, sin un modelo que retratar, la artista ha pintado algunos de los cuadros más rompedores de las últimas décadas.
Mediante una técnica espontánea, en la que el cuadro va llevando a la artista por sus diferentes fases, y no al contrario. Ella sabe cómo empieza un retrato, pero no cómo lo va a terminar. Y de este modo es que encontramos cuadros como “Passage” o “Matrix”, retratos que comienzan siendo un personaje de un sexo y terminando siendo de otro.
El estudio de los clásicos
Hablando de romper con lo establecido, Jenny Saville ha pasado gran parte de su juventud estudiando a algunos de los artistas de desnudos más conocidos del arte clásico. Manet, Tiziano, Rubens, Rembrandt,… Sus desnudos han sido algunos de los más importantes de la historia del arte, y Saville los ha estudiado.
Al hacerlo, la autora se dio cuenta de algunos patrones que seguían todas estas pinturas: dónde incidía más la luz, dónde colocaban las modelos sus manos, la forma en que miraban,… Todos estos desnudos, sensibles y delicados, buscaban la idealización del cuerpo y la perfección, además de tener una altísima connotación sexual.
Saville decide romper con todo esto a la hora de pintar sus cuadros de desnudos, eliminando todo tipo de alteración, rompiendo con lo delicado y lo sensible, retratando la realidad tal cual es, cruda y meramente imperfecta.
Con un entendimiento muy profundo de la anatomía humana y, como ya mencioné, sin un modelo delante para dejar que la improvisación sea total, Saville pinta desnudos sumamente detallistas, donde podemos observar cada arruga, cada estría, cada herida y cada imperfección física a la perfección.
Si hay algo sobre lo que no cabe duda con respecto a la obra de esta artista es lo rompedora que resulta. Incómoda y grotesca para unos, y una auténtica obra de arte para otros.
Como ocurre con “Compass” o “Vis and Ramin II”, nunca sabemos qué podemos esperar al final de una obra de Jenny Saville y ese es, en gran parte, el encanto de esta artista contemporánea.