Como dijo hace tiempo el creador del nombre de este «nuevo» estilo artístico —el crítico y youtuber Antonio García Villarán—, hamparte puede definirse como aquellas obras de arte que en realidad no son arte, aunque se veneren y se vendan como si lo fuesen. Pues bien, lejos de tratarse de una corriente artística que pasa sin pena ni gloria, como cabría esperar, parece ser que los artistas adeptos de este estilo siguen subiendo escalones, tanto en cuanto a fama como en cuanto al bolsillo.
Y es que ya lo decíamos en un artículo anterior en el que tratamos sobre el tema, una obra puede ser definida dentro del hamparte si cumple una serie de requisitos: objetos fabricados en serie que son presentados como arte sobre la base de «un conciezudo texto teórico». Pues ya tenemos a un nuevo candidato que se ha hecho viral en las redes que cumple con estas características (y diríamos que hasta las supera): un plátano. Sí, han leído bien: un plátano pegado a la pared con cinta americana de color plateado ha sido considerado una obra de arte y se ha vendido por la friolera de 120.000 dólares. Y no solo eso, sino que tras comprarla el nuevo dueño ¡se ha comido el plátano! Su creador: Maurizio Castellan; el comprador: David Datuna.
Ante esto solo podemos hacernos la eterna pregunta que todo el mundo se formula cuando ve alguna obra calificada como de hamparte: ¿nos están tomando el pelo o nuestros niveles de percepción se han visto perjudicados por alguna acción divina de la que no nos hemos dado cuenta? El debate está servido: ¿nos hemos vuelto locos?
No nos atrevemos desde esta humilde tribuna contestar categóricamente a estas cuestiones, lo dejamos al arbitrio del lector. Pero para que se pueda hacer una idea más completa del panorama vamos a centrarnos ahora en otra obra parecida. Un artista llamado Darren Bader expuso en el Whitney Museum of American Art (Nueva York) una pieza titulada Frutas, verduras. Ensalada de frutas y verduras, con la que el público podía satisfacer una de sus necesidades más básicas del ser humano: alimentarse. Así, tal cual, sin más: la gente entraba a la exposición, se comía las frutas y verduras y se iba a su casa. Eso sí, todas las piezas bien colocadas en sus respectivos pedestales. Allí se encontraba el señor pepino en su trono, cerca de su colega el kiwi, también bien colocado en su podio.
Hagan sus apuestas, señores y señoras, el mundo del arte está en venta. El problema se encuentra en que encaje qué es lo que los que venden arte consideran qué es arte y lo que ustedes piensen. He aquí la manzana de la discordia.